2000.01.16


La burocracia y la descoordinación entre administraciones y entidades se han convertido en amenazas tan o más graves para la fauna ibérica como el descontrol urbanizador, la caza furtiva o la pérdida de hábitats

MEDIO AMBIENTE: El futuro de la biodiversidad

La extinción del bucardo hace temer por el futuro de otras especies ibéricas en peligro

JOSÉ BEJARANO


SEVILLA. - La burocracia, las luchas de poder, la descoordinación de las instituciones, la dispersión de competencias, la ignorancia... son hoy factores mucho más negativos que el descontrol urbanizador o el desarrollismo para la supervivencia de las especies más amenazadas de la península ibérica. En los Pirineos acaba de desaparecer el bucardo, una subespecie de la cabra hispánica. Nuestra fauna tiene 157 especies en peligro, de las que 25 son vertebrados o animales superiores. El águila imperial sufre un importante declive, el oso pardo permanece en una estabilidad precaria, el urogallo no les va a la zaga, el lince se enfrenta a un sombrío panorama y el lobo despierta un creciente rechazo entre ganaderos y cazadores.

La muerte del último ejemplar de bucardo, encontrado sin vida la semana pasada en el valle de Ordesa, pone de manifiesto las graves deficiencias que caracteriza la política española de conservación de las especies en peligro. Ha sido una extinción anunciada hace 40 años, cuando se conoció la escasez de ejemplares. Llegado a cierto umbral, que los expertos sitúan en torno a las 50 parejas o hembras con capacidad de reproducción, pocas especies logran recuperarse. El siguiente en la lista puede ser el águila imperial porque sólo quedan 130 parejas en todo el país. Ahora la principal causa de muerte son los cepos envenenados, como antes la constituían las electrocuciones en los tendidos eléctricos.

En los censos de los próximos años, el águila imperial podría pasar a ocupar una de las tres plazas de ave más amenazada del planeta junto al cóndor californiano y el pigargo de Madagascar. Pese a que entre 1994 y 1998 España recibió de la UE 1.300 millones del programa Life para preservar el águila imperial, aún no existe un plan de recuperación similar al que tienen el quebrantahuesos, en expansión en los Pirineos, o el oso pardo que vive en la cordillera Cantábrica. El plan de recuperación del oso pardo incluyó mil millones del Life. La población de osos ha permanecido estancada entre los 60-80 ejemplares, aunque el año 99 ha sido excepcional: hubo doce partos, con 18 oseznos.

Tampoco el lince ibérico, para el que llegaron casi 500 millones, tiene un programa global de gestión. La población de esta especie está estimada en unos 600 ejemplares, pero la cifra esconde un margen de error muy grande porque el lince es animal poco dado a dejarse ver. "Lo mismo hay 800 que 300 y no lo sabemos", reconoce el biólogo Miguel Delibes, hijo del escritor vallisoletano y uno de los mayores expertos en este felino exclusivo de la península ibérica. Sobre las posibilidades de supervivencia del lince, Delibes dice siempre que "la cabeza nos induce al pesimismo; pero el corazón, a la esperanza". A la luz de los fríos datos, es el felino más amenazado del planeta. De 1980 a 1990, el número de linces ibéricos pasó de 1.500 a 600.

Lo peor que está ocurriendo en las estrategias de conservación es que cada cual va a lo suyo y, con demasiada frecuencia, antepone la defensa de parcelas de poder a la eficacia de la gestión. Los expertos consultados coinciden, con matices, en que hay suficiente dinero y personal dedicado al cuidado de las especies en peligro, pero que la gestión de los recursos y su aplicación no es siempre la adecuada. Falta eficacia. El responsable de conservación de la diversidad del ministerio de Medio Ambiente, Borja Heredia, reconoce "muchas complicaciones de tipo administrativo y burocracia inherentes a todo lo que se hace en este país". Cauces tortuosos y lentos complican de forma increíble las soluciones, que las hay. Cuando por fin llegan, ya puede ser tarde.

Resulta paradójico que las especies que retroceden tienen hábitats adecuados para desarrollarse, aunque se trata de reductos excesivamente compartimentados en medio de un mar de urbanizaciones, autopistas, vías férreas, embalses, alambradas. La autovía León-Asturias partió por la mitad el territorio del oso pardo. La extinción de especies pone en cuestión, sobre todo, la idea de los parques naturales encastillados. O se abren pasillos que conecten entre sí a las distintas poblaciones o no habrá dinero capaz de garantizar su supervivencia.

El director de la Estación Biológica de Doñana, Miguel Ferrer, opina que el bucardo no se ha extinguido por incompatibilidad con el desarrollo, sino por la persecución directa de los cazadores, primero, y después por la ineptitud de las administraciones para reaccionar a tiempo con medidas eficaces para salvarlo. Lo ocurrido con el bucardo es un caso "de libro" en ese sentido. El antecesor de Ferrer al frente de la reserva de Doñana, Miguel Delibes, cree que sí falta dinero para la conservación porque el problema no es siempre construir comederos o poner guardas forestales. "Los científicos sabemos gestionar mal las grandes cifras de dinero y, en cambio, puede ser más efectivo desviar una carretera, hacer túneles para el AVE o evitar un embalse, y eso sí vale muchos millones."

Luego están también los celos. El Icona se negó durante años a facilitar a Francia la introducción del bucardo en la vertiente norte de los Pirineos. ¡Cómo iba a dejar que los franceses tuvieran ejemplares y, sobre todo, trofeos de caza de una especie que era símbolo de España! Algo parecido ocurre entre distintas comunidades autónomas y el Gobierno central, entre los científicos y los conservacionistas, entre ONG y ayuntamientos o agricultores, todos celosos defensores de sus parcelas de poder o privilegios. "La mayoría de los problemas se debe a ignorancia o frío desprecio", sentencia Miguel Ferrer.